Hoy se celebra el día mundial de los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEE), cuyo objetivo es crear conciencia sobre la importancia de su correcta gestión y las negativas consecuencias que tiene no hacerlo.
Según el nuevo informe de la Universidad de Naciones Unidas presentado en el Foro de Davos en 2019, cada año, se tiran ya a la basura 50 millones de toneladas de equipos electrónicos viejos, el peso de todos los aviones fabricados hasta hoy. Y sólo una quinta parte de estos residuos se reciclan, aunque contienen materiales tóxicos para el medio ambiente.
Si este problema no se frena, la Universidad de la ONU denuncia que las basuras electrónicas casi se triplicarán, de aquí al año 2050, alcanzando ya los 120 millones de toneladas anuales, es decir, tres veces más, por ejemplo, que el peso de todos los aviones fabricados a lo largo de la historia.
Junto a la problemática ambiental, tenemos un muy grave de carácter social que implica que millones de personas en todo el mundo (más de 600.000 sólo en China y 100.000 en Nigeria) trabajan ahora en el desguace de residuos electrónicos y la mayoría de ellos no disponen del equipo necesario para impedir que los materiales tóxicos que contienen afecten, de forma negativa, a su salud.
Sin embargo, reciclar los equipos electrónicos viejos, como ordenadores o teléfonos móviles, también puede ser un gran negocio, porque estos aparatos contienen elementos muy valiosos, como oro, plata o aluminio, cuyo valor en el mercado es de 60.000 mil millones de euros al año.
De hecho, este informe de la Universidad de las Naciones Unidas destaca que ya hay 100 veces más de oro en una tonelada de desechos electrónicos que una tonelada de mineral de oro que se extrae de las minas.
Estamos, por tanto, ante el momento de convertir un problema de gestión de residuos en nuevas oportunidades económicas y empresariales y transitar hacia modelos productivos circulares en el que los residuos de unos se conviertan en recursos para otros.