Muchas empresas y la gran mayoría de los gestores de residuos ya calculan sus emisiones contaminiantes, a la espera de la estandarización del certificado que regulará el cálculo de la «huella de carbono» en 2011.
La huella de carbono es una expresión todavía incomprensible para la mayoría de ciudadanos, pero que está siendo totalmente asumida por las empresas. La contabilización de las emisiones contaminantes, definición de la huella de carbono, se halla pendiente aún de un instrumento que la regule, pero ya ha sido calculada por algunos sectores, que disponen de datos de lo que emiten tanto por efecto directo o indirecto. Un ejemplo claro de esta tendencia es el de la multinacional Abengoa, que, además de controlar su actividad directa, ha obligado a más de 14.000 de sus proveedores a comunicarle datos sobre las emisiones que generan.
La huella de carbono será en poco tiempo un requisito obligatorio para las empresas, como ocurre con los certificados de calidad o medioambientales, conocidas como normas ISO. De hecho, para el próximo año se espera contar con la ISO 14067 que regule la huella de carbono.
Sin ningún instrumento que unifique los datos, las empresas no los difunden y los utilizan como sistema de gestión interna. Logicamente, se prefiere guardar la información por miedo a difundirla, al no saber cuál es el método que puede utilizar la competencia. Por ello es fundamental una norma estandarizada que permita las comparaciones. Como sucedió con los certificados de calidad y medioambientales, las compañías más grandes ya están trabajando en el cálculo y la gestión de sus huellas y, para cuando esté preparada la ISO, actuarán como tractoras para el resto de empresas.
Este control sobre las emisiones contaminantes se ha convertido, especialmente para las firmas exportadoras, en un requisito que deben cumplir hoy día. «Una pyme guipuzcoana que se dedica a fabricar envases para huevos nos llamó porque su cliente en el Reino Unido le obligaba a dar datos sobre la huella de carbono», explican responsables de Aclima. Agregan que las emisiones generadas suponen una información «más que le das a tu cliente. El hecho de hacerla es decir a la sociedad que controlo mis emisiones».
Por ello, los datos de las emisiones contaminantes pueden conceder una ventaja competitiva a muchas empresas, pudiendo hacer que el proyecto de una compaía afincada en la CE tenga ventaja frente a otras de fuera de la Unión Europea. De hecho, muchas ya lo utilizan de manera competitiva.
El cálculo de esta huella se estima en un trabajo de entre seis meses y un año, ya que, además de las emisiones directas por la actividad productiva, se deben medir las indirectas, como el transporte que han usado sus empleados para llegar a su oficina o fábrica o la generación de electricidad en sus instalaciones.
Esta huella de carbono no resulta exclusiva de la industria, ya que el CO2 (la principal de las emisiones de gases de efecto invernadero) es generado por la actividad humana y se calcula que cada ciudadano provoca 10 toneladas al año. Por ejemplo, el transporte de un producto genera 0,0002 kilos de CO2 por cada kilómetro recorrido si viaja en barco; 0,069 en tren, 0,11 si es llevado en un camión y hasta dos kilogramos si el transporte es aéreo.
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