Porriño, 2 de octubre de 2015
Después de reducir, reutilizar es la segunda erre más importante del consumidor ecológico. Al dar a los productos la máxima vida útil posible, además de generar menos residuos y menos impacto ambiental, los consumidores ahorran dinero. Este artículo señala ocho claves para reutilizar, ser más ecológico y ahorrar dinero.
1. No caer en anuncios o campañas publicitarias agresivas
La publicidad agresiva intenta convencernos de que hay que «mejorar» con lo «nuevo», de lo «especial» de estar a la última, de que la moda cambia y hay que sustituir lo que tenemos aunque esté en buen estado. Esto supone en la práctica un consumo excesivo y un gasto innecesario de productos y recursos naturales. Por ello, antes de adquirir nada, por muy atractivo o sugerente que parezca, hay que preguntarse: ¿nos ofrece algo que necesitamos de verdad? ¿realmente tenemos que sustituir lo que ya tenemos?
2. Alargar la vida de los productos
Después de reducir, reutilizar es la segunda erre más importante del consumidor ecológico
Cuanto más duran los productos, menos recursos se utilizan. Las opciones son muy diversas, desde el clásico uso del papel por las dos caras, hasta la actualizaciones de piezas del ordenador, del coche, etc., para que duren más. Asimismo, siempre que se pueda, es conveniente optar por productos de calidad, hechos para durar, y cuidarlos. Y es que, como dice el refrán, a la larga lo barato sale el caro; y no solo para el bolsillo, sino también para el medio ambiente.
3. Donar o intercambiar productos usados
Lo que para una persona puede ser algo inútil o sin valor, para otra puede ser un tesoro. Libros, ropa, discos, muebles, etc. se pueden donar a personas o instituciones que lo necesitan, o intercambiarse entre familiares y amigos. En Internet hay iniciativas de trueque para dar y recibir cosas gratis de todo tipo de artículos, como la internacional Freecycle o la institucional y más cercana Truke de la Diputación guipuzcoana.
4. Reutilizar objetos usados y darles más valor
El «upcycling» o «supra-reciclaje» transforma un objeto sin uso o destinado a ser un residuo en otro de igual o mayor utilidad y valor, como mobiliario o joyas, e incluso algunas iniciativas pagan a los consumidores que lleven sus productos viejos. En otras ocasiones, se convierte en una manualidad ecológica y divertida que da lugar a objetos muy originales.
5. Evitar los productos de usar y tirar
Cambiar los productos desechables por productos reutilizables, además de ahorrar dinero, es una práctica que evita un considerable impacto ambiental: envases de alimentos y bebidas, vasos, platos, bolígrafos, hojas de afeitar, toallas, bolsas de la compra, etc. pueden tener una vida más larga. Muchos de estos productos de usar y tirar están hechos de plástico, de ahí que cada vez más consumidores se vuelvan «plasticarianos», para evitar el abuso de dichos productos y sustituirlos por otros que puedan emplearse de nuevo. En el momento de hacer la compra, se puede llevar un carro o bolsas reutilizables, y en casa se pueden utilizar tarros, frascos o cajas para guardar todo tipo de productos, rellenar los cartuchos de tinta de la impresora, usar pilas recargables, etc.
6. Utilizar productos de segunda mano y de préstamo público
Los clásicos productos de segunda mano, ya sea en mercadillos, rastros o tiendas especializadas, han aumentado sus posibilidades con la llegada de Internet. Hay páginas web que ofrecen todo tipo de productos con los que todos ganan. Asimismo, diversas iniciativas han puesto en marcha tiendas de venta de bienes usados, como ropa, muebles, electrodomésticos, etc. Al adquirir en estos sitios, además de ahorrar dinero, se reduce el impacto ambiental. Si además tienen un componente de integración social y cooperativo, se contribuye también a la inserción de personas con dificultades. De manera similar, y sin gastar dinero, se puede recurrir a bibliotecas u otros sistemas de préstamo público de objetos, como bicicletas.
7. Aprovechar los sistemas de consumo colaborativo
El consumo colaborativo, también conocido como Economía de la Colaboración o Economía del Acceso, defiende que en vez de comprar los productos para uso exclusivo, se compartan, reutilicen y redistribuyan. El ejemplo más típico es el de un taladro: ¿para qué adquirir uno cuando se estima que solo se emplea durante 15 minutos de media en toda su vida? Al sacar el máximo provecho a los productos y servicios, el consumidor ahorra dinero y el medio ambiente también lo agradece. Por ello, los sistemas de consumo colaborativo son cada vez más diversos, en especial gracias a las posibilidades de Internet. Pero también se pueden hacer redes físicas, entre vecinos, amigos y familiares cercanos.
8. Reparar e incluso crear nuevos objetos reutilizados
Frente al «usar y tirar», o a los productos que se quedan obsoletos enseguida aunque no se estropeen, como teléfonos móviles u ordenadores, cada vez más personas optan por el «repáralo» o incluso el «hazlo tú mismo». Los fixers (reparadores) ponen el énfasis en reparar o actualizar los productos para no tirarlos a la basura. Por su parte, los makers, al fabricar algo con sus propias manos o arreglarlo, alargan la vida de los productos, ahorran dinero, reducen su impacto ambiental, ejercitan el cuerpo y la mente, se sienten útiles y no meros consumidores pasivos.
Fuente: gestoresderesiduos.org