Madrid, 17 de octubre de 2011.
La localidad austríaca de Güssing ha pasado en menos de veinte años de ser un lugar olvidado, cuyos habitantes tenían que elegir entre la emigración o el desempleo, a un icono exitoso de la «revolución verde» en Europa. Güssing, un pueblo de 4.000 habitantes, es el único municipio en la Unión Europea (UE) que ha reducido desde 1995 sus emisiones de efecto invernadero en más del 95 por ciento, lo que además ha ayudado para atraer inversiones, pleno empleo, trabajos de alta cualificación y a unos 30.000 turistas ecológico cada año.
Es, además, el único municipio de Europa que, desde 2005, crea más energía renovable de la que necesita y cuya venta excedente supone alrededor de cuatro millones de euros anuales en ingresos para las arcas municipales. La transformación es aún más llamativa si se tiene en cuenta que Güssing era en 1992 uno de los municipios más pobres de la región más atrasada de Austria, Burgenland. Y con un saldo demográfico devastador, el pueblo se estaba vaciando porque los jóvenes emigraban para encontrar trabajo en ciudades como Viena o Graz.
La transformación empezó con una crisis. El alcalde conservador Peter Vadasz, que llegó al poder en 1992, descubrió que no tenía los seis millones de euros que costaba cada año las facturas de los combustibles derivados del petróleo y de gas. El regidor ordenó entonces que todos los edificios públicos dejarán de usar combustibles fósiles. El resultado: Güssing ha desarrollado toda una industria de renovables que han creado más de 1.000 puestos de trabajo y que generan energía a partir del sol, maíz, estiércol, serrín y desechos agrícolas.
Todo comenzó cuando Vadasz buscó el asesoramiento del ingeniero Rheinhard Koch, un vecino de Güssing que trabajaba en Viena y tenía un gran interés en las energías renovables, para estudiar cómo podrían gastar menos dinero en energía. «Teníamos dos ideas en la cabeza: crear puestos de trabajo y traer dinero al pueblo. El dinero que se gastaba en energía se perdía, se iba fuera. Y vimos una oportunidad. Queríamos que parte de ese dinero se quedara, porque éramos una región moribunda», declaró Koch a Efe.
«Vimos que el dinero estaba ahí para comprar energía. Es un gasto corriente, la gente no tiene alternativa a ese gasto. Y vimos que la materia prima también estaba ahí, los bosques. Sólo necesitábamos la tecnología y las infraestructuras», resumió.
Pero Vadasz y Koch también tuvieron suerte, contaron con financiación de los fondos estructurales de la UE y lograron que la Universidad Técnica de Viena desarrollara en 1998 una tecnología innovadora en Güssing, que dio lugar a una transformadora que convierte la biomasa en gas de calefacción o en biocombustible. Esa biorefinería es una de las piezas centrales, pero en total hay alrededor de dos docenas de centros de generación de energía, e incluso, una estación de servicio de biogás, según relató Koch, director del Centro Europeo de Energías Renovables de Güssing.
Al controlar el Ayuntamiento los precios de la energía, ha podido no sólo ofrecer energía un 30 % más barata a los vecinos, sino ofertar rebajas a las empresas que se instalen en el pueblo, lo que ha creado también empleos adicionales. Güssing, que además es la capital de un distrito de casi 30.000 personas, se ha propuesto como objetivo que en 2015 toda su comarca sea autosuficiente, cuando ahora la generación de energía renovable cubre el 60 % del consumo. La principal fuente de energía es la madera, pero, según los datos municipales, sólo se emplea un tercio de los árboles que se reforestan cada año. «Cada vez hay más árboles», afirmó Koch.
Además, la utilización de recursos locales dinamiza toda la actividad económica, desde la agricultura a los servicios, con cálculos de la UE de que esta fórmula de desarrollo supone un valor agregado de casi 19 millones de euros que revierte en toda la comarca año tras año.
Desde la Comisión Europea no se conoce otro municipio que haya hecho bajar tanto sus emisiones de CO2 y desde la Agencia Europea de Medio Ambiente explican que sólo conocen un caso parecido, el de la isla danesa de Samsø, que pretende cubrir en un futuro cercano su gasto energético por medio de la energía eólica.
¿Puede el mundo adoptar el modelo de desarrollo de Güssing?. Koch cree que con la suficiente voluntad política, sí: «la clave es utilizar lo que se tiene. Nosotros aquí tenemos bosques, pero en otros lugares hay sol o viento».
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